de Hans Christian Andersen
Parte 3
- Leemos:
...Hacia el
anochecer llegó a una pequeña y pobre casita, tan miserable que parecía
quedarse en pie sólo por no saber de qué lado había de caerse. El viento
silbaba con tal fiereza junto al patito que éste se vio obligado a sentarse
para resistir el empuje. Entonces vio que la puerta tenía un gozne roto y que por la rendija se podía entrar en la
casa. El pato se metió dentro. En la casita vivía una anciana con un gato y una,
gallina. El gato, que se llamaba “Nene” sabía arquear el lomo, ronronear y
lanzar chispas eléctricas cuando se le frotaba la piel a contrapelo. La gallina
era de patas cortas, y por eso le decían “Tachuela”. Ponía huevos de excelente
calidad, y la anciana la quería tanto como si hubiera sido su propia hija. Por
la mañana, los dos animales no tardaron en descubrir la presencia del extraño
pato. El gato empezó a ronronear y la gallina lo acompañó con su cloqueo.
-¿Qué diablos pasa? -dijo la mujer, mirando a
su alrededor, pero su vista no era muy buena y lo que pensó fue que el patito
era un pato gordo extraviado.
-¡Qué
maravilla! -exclamó-. Ahora tendremos huevos de pata... si es que no se trata
de un pato. Habrá que esperar a ver lo qué resulta. De modo que tomó al patito
a prueba por tres semanas, al final de las cuales no había podido encontrar
ningún huevo. El gato y la gallina eran algo así como dueños de aquella casa.
Siempre decían: "Nosotros y el mundo”
-¿Sabes poner huevos? -preguntó una vez
"Nene".
-No.
-En ese caso
ten la bondad de callarte la boca. -Luego de una pausa insistió-. ¿Sabes
arquear el lomo, ronronear o sacar chispas eléctricas?
-No.
-Pues
entonces guárdate tus opiniones cuando la gente sensata está hablando.
El patito se sentó en un rincón, de muy
malhumor, empezó a pensar en el aire libre y el sol, y lo invadió una
irreprimible nostalgia de flotar en el agua. Por último cedió a la tentación de
hablar del tema a la gallina.
-¿Qué bicho
te ha picado? -inquirió “Tachuela”-. Es el ocio, al no tener nada que hacer, lo
que te mete en la cabeza esos disparates. Pon media docena de huevos, o aprende
a ronronear, y verás cómo se te pasa el antojo.
-¡Pero es tan delicioso flotar en el agua!
¡Tan lindo sentirla correr por la cabeza cuando uno se zambulle hasta el fondo!
-¡Vaya diversiones! -rezongó la gallina-. Me
parece que te has vuelto loco. Pregunta, si no, al gato qué opina; es el animal
más inteligente que conozco. Pregúntale si le gusta flotar en el agua o
zambullirse. Por mi parte no te digo nada. Pregúntale también a nuestra
patrona, la vieja. No hay nadie en el mundo más lista que ella. ¿Y crees que
tiene algún deseo de meterse en el agua?
-Ustedes no me comprenden -dijo el patito.
-Bueno, si no te comprendemos nosotros, ¿quién
va a comprenderte? No creo que te consideres más inteligente que el gato o la
vieja, por no decir que yo. No te comportes como un tonto, hijo, y agradece a
tu buena suerte el bien que te hemos hecho. ¿Acaso no has vivido en este
cuarto caliente, y en compañía de seres
de los cuales podías haber aprendido algo? Pero eres un idiota, y nada se gana
asociándose contigo. Créeme; hablo muy enserio. Te estoy diciendo verdades de a
puño, y ese es el mejor medio de saber quienes son los buenos amigos. Limítate
a poner huevos, o aprende a ronronear, o a sacar chispas.
-Lo que me parece es que me voy a marchar otra
vez por el mundo -respondió el patito.
-Pues hazlo; será lo mejor -fue la terminante
respuesta de la gallina.
Y el patito se fue. Anduvo flotando en el agua
y zambulléndose todo cuanto le dio la gana, pero siempre mirado con desdén y de
soslayo por toda criatura viviente, debido a su fealdad. Así hasta que llegó el
otoño, y las hojas del bosque se pusieron pardas y amarillas. El viento se las
llevó, y las hizo danzar en remolinos. El cielo se puso frío, cubierto de nubes
cargadas de nieve y granizo. Un cuervo fue a posarse sobre una cerca y graznó,
del frío que tenía. Sólo pensarlo hacía temblar. El pobre patito estaba
ciertamente en un gran apuro. Una tarde, cuando el sol estaba poniéndose en
todo su invernal esplendor, una bandada de hermosas aves blancas apareció
surgiendo de entre los matorrales. Nunca había visto el patito nada tan
hermoso. Eran de una deslumbrante blancura, con largos y sinuosos cuellos. Se
trataba de cisnes, que lanzando su grito peculiar extendían las alas y volaban
alejándose de las regiones frías hacia tierras más cálidas. Ascendieron muy
alto, muy alto, y el pobre patito feo se quedó extrañamente intranquilo. Dio
vueltas y vueltas en el agua, como una rueda, levantando la cabeza hacia la
dirección por donde se alejaban aquellas aves. Luego lanzó él mismo un grito
tan penetrante y extraño que lo asustó. ¡Oh, no podía olvidar aquellas hermosas
aves, felices aves! En cuanto estuvieron fuera de su vista, el patito se zambulló
hasta el fondo y cuando salió de nuevo a la superficie estaba completamente
fuera de sí. No sabía qué clase de
pájaros eran aquéllos, ni hacia dónde
volaban, pero se sentía más atraído hacia ellos que lo que nunca lo había sido
por ser alguno. Y no era que los envidiara en lo más mínimo, ¿cómo podía
ocurrírsele envidiar aquella maravilla de belleza? Se habría sentido agradecido
con que los patos lo hubiesen tolerado entre ellos, tanta era la certeza de su
fealdad.
El frío
invernal era tan intenso que el patito se veía obligado a nadar en círculo en
el agua sólo para librarse de quedar helado, pero noche tras noche el agujero
del hielo por el cual se zambullía se iba haciendo más y más pequeño, hasta que
se heló con tanta fuerza que la superficie se resquebrajó y el patito se vio
obligado a mover las patas sin cesar para que el agua no se congelara a su
alrededor, aprisionándolo. Por último, ya tan cansado que no podía moverse más,
cedió y se quedó rápidamente aterrido en el hielo. Aquella mañana a primera
hora acertó a pasar por allí un campesino, que al ver al patito se acercó,
abrió un boquete en la superficie del hielo con su zapato herrado y se llevó a
su pequeño rescatado. La esposa del campesino se hizo cargo de él, y no tardó
en revivirlo con sus cuidados. En la casa, los niños quisieron servirse de él
para sus juegos, pero el patito, recelando de que lo maltrataran, huyó
espantado y fue a caer en la cazuela de la leche haciendo salpicar el líquido
por todo el cuarto. La mujer soltó un chillido y extendió los brazos; el patito
dio un segundo salto y esta vez fue a parar dentro de la cuba de la manteca.
Salió enseguida, pero es de imaginarse cuál sería su aspecto. La dueña de casa
volvió a chillar y trató de golpearlo con las tenazas. Los chicos cayeron unos
sobre otros en sus intentos por capturarlo, dando todos verdaderos alaridos de
risa. Por suerte la puerta estaba abierta, y el patito huyó por entre los
matorrales y la nieve recién caída. Y allí quedó, completamente exhausto. Sería
tarea muy triste el detallar todas las privaciones y miserias que tuvo que
soportar durante el largo y duro invierno.
1.Ahora vamos a releer y trabajar con
la parte del cuento en que el pobre patito llegó a la casa de la anciana, Nene
el gato y Tachuela la gallina.
En la casa tanto Nene como Tachuela y
la anciana tenían ya una función, y sabían hacer determinadas cosas.
- ¿Qué cosas hacía Nene?
- ¿Y qué cosas hacía Tachuela?
- ¿Qué quería la anciana que hiciera el patito?
- ¿Podía el patito cumplir alguna de esas funciones que hacían los personajes de la casa y que tanto le insitían que imitara? ¿Por qué?
2.A través de su narración Hans Christian Andersen no solo nos permite ver las escenas como descubrimos en la primera parte del cuento, sino también las llena de sonoridad.
Aquí te presento una lista con personajes y otra con sonidos. Tu tarea es
armar los pares.
Gallina - Gato - Viento -
Cuervo – Mujer
ronronea – silva – grazna
– gritó – cloquea
- Una frase, que a la luz del cuento nos permite, reflexionar, pensar, conversar juntos y en casa.
“En la diferencia está la igualdad,
todos somos únicos e
irrepetibles”.
El patito también ¿No les parece?
(no se responde en forma escrita)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario